Era y fui ayer hermosa era y fuí ayer una tentación era y fui ayer un gran sueño.
De mi se aventará el aliento, de mi se irán mis pensamientos, sin voz dejaré mi alma, ido el rastro de mi mirada, solo esta hilera de versos, pervivirán. Porque dos veces morimos, agónico es el estrago final.
Envejeciendo en la penumbra, llega el primer zarpazo y una fosca noche, la postrera estocada.
Arribaré sin vida y sin nombre, envuelta entre nubes de muselina, arrullada por el susurro, de la amante eternidad.
Tentada por una buena amiga mía, iríamos a vernos las cartas con una afamada vieja tarotista.
Salía por esos días con un buen chico de prometedor futuro y también alegraba mis días, un maravilloso amigo mayor extranjero.
Aclaro por tanto, el cuadro que me rodeaba en ese punto de mi vida.
Buscaba respuestas, como es obvio, en las cartas del Tarot.
Fue una total sorpresa la clarividencia de esta viejecita. Que resultó ser todo un personaje de leyenda.
Su lectura visceral de las cartas, a medida que las interpretaba, me iba dejando más y más estupefacta y no daba crédito a cuanto estaba oyendo.
Lo primero que me chocó, fue aquello de que esa relación frivolina que yo ahora mantenía, con ese hombre mayor extranjero, estaría ligada a mi vida, por muchos muchos años.
La cosa es que, junto a este hombre extranjero, quien además estaba legalmente casado, se me auguraba toda una vida muy azarosa.
En el plazo de 6 meses, me hallaría yo muy muy lejos de allí, en otro mundo, en otro continente y hablando otro idioma.
Todo, en su conjunto, más parecia la alucinación propia de una señora mayor y nada más.
Si entonces no tenía ni un céntimo, ni menos para volar a otro continente. dónde iba a ir yo, ¡pobre de mi!
Y tal como ella lo predijo en su día: a los seis meses estaba yo tomando un vuelo que me llevaría a Londrés. a otro mundo, a otro continente, otro idioma, tal cual.
Para que luego no se diga que todo esto de la quiromancia es propio de charlatanes.
Hace cosa de un año o así, volví a recordar a esta viejecita y su presagio, cuando volvieron a resonar sus palabras dentro de mi, vaticinando que yo sería una viuda joven.
e dijiste un día, todavía lejos de tu partida; el día que me vaya espérame solo unos suspiros y cuando el consuelo llegue a tu corazón, será señal de que ya no vuelvo.
Momento entonces para echarte andar, con el mismo épico entusiasmo de cuando juntos éramos frente al camino.
Mas, no te sientas sola, no lo estás nunca lo has estado y nunca lo estarás.
Cada vez que sientas el calor del sol, la luz de la luna y de las estrellas acariciando tu rostro besándote estaré desde donde esté.