Palabras

para recordar

Roxane Bravo Rivera

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Besando tu recuerdo

Fue un suspiro que trajo tus labios a los míos
embriagándome como ayer.

Cerré los ojos
y ahí estaba tu boca
besándome otra vez,
desde tu ausente silencio
en mí soledad del hoy.

Sellados nuestros labios
al roce de tus besos
sobre mi boca sedienta.

Ensueñan mis sentidos
el perfume de tu pelo
mientras tu beso roza mi mejilla
diciendo adiós.

Guárdate ese último beso
para esos días que sientas,
que no tienes ni un alma más que te quiera
en este mundo.

Barrendera

Debajo de esas pestañas
sobrecargadas de rimmel,
ella oculta su soledad.

Al parecer, hubo un tiempo
en que muchas lágrimas
convIrtieron sus ojos en mirada de panda.

Ella es joven,
también es guapa,
pero que más da,
si esta tan sola.

Le acompaña su teléfono,
su portatil amigo,
bien cargado,
puede aguantarle horas y horas
de charla con lejanas latitudes.

Ella barre que barre las calles,
el único posible trabajo
para alguien de tan poquito saber.
Y para peor, en un país extraño,
donde ni siquiera se habla su lengua.

Así, y como de costumbre,
apenas coge las escobas y recipientes
cargados de artilugios de limpieza,
ella llama a ese otro ser humano
que la escucha al otro lado
y le cuenta de su inexistencial vida
en un país tan austral.
al fin del mundo.

De pronto se encuentra tarareando
una afrancesada baladita
olvidada de su niñez.

No recuerda cuando la oyó por primera vez,
ni quien la entonaba,
o si alguien la amó tanto de pequeña,
como para cantársela al dormir.

Los habitantes de la calle que ella limpia,
nada saben de su existir,
solo que de lunes a viernes viene con su escoba
y barre la calle de arriba abajo
murmurando en francés,
canturreando algo parecido a una nana.

Ahora se lo que se esconde
debajo de ese rimmel pesado de sus ojos
su corazón se ha quedado al otro lado del charco.

Buscando el paraíso

Afortunado es aquel que ha encontrado su lugar en este mundo
y afortunado aquel que en su silencio
halló su felicidad.

Mirando hacia atrás lo que ha sido mi vida en estos últimos años,
me animo a caminar nuevas sendas
alejándome de la leña de mi hogar.

¿Por qué he tardado tanto?
¿Habrá sido todo ese tiempo
dando tumbos por aquí y por allá,
esquivando siempre el sinsentido
que por años me persiguió?

Hoy por hoy,
irresistible me resulta el rastro de lo invisible;
visible solo para esos pocos más avezados
en la búsqueda de ese algo «más».

Espero escuchar en mi silencio
un glorioso repicar de campanas a mi llegada,
donde quiera que ésto sea.