Palabras

para recordar

Roxane Bravo Rivera

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Futuro de una anacoreta

Casi tocándose las soledades,
tan semejantes en la distancia,
la tuya entre cuatro paredes
y la mía, en un cuarto con vistas,
vistas a mi intemperie.

Está callada la noche… y yo,
sumergida en mi encierro habitual.
Algunas penas nunca se van,
se enquistan por dentro.

¿Por qué solo la tristeza da sentido a mi vida?
¿Será verdad que la alegría
es solo para los soñadores?

Busco en el silencio,
en esa quietud tan parecida al olvido,
las razones de mi soledad
a este desdén del destino.

¿Cuántos años llevo encaramada,
oteando el futuro con mirada pedigueña
añorando tantas fantasías?

Quisiste ser parte de este mundo,
pero de largo se pasó
y en ti no se fijó.

Tal vez tu biografía de anacoreta
no calificaba.

¿Cuántos esfuerzos inútiles
por ser parte de un mundo al revés?

Siempre en la cuerda floja
bailando entre lo precario a la plegaria.

Mas hoy,
la anacoreta que eres,
caminará sobre el sembrado de aquellos grandes
que bien cosecharon antes que tu.

Fresno divino

¿Habéis oído hablar de la escondida senda
de los pocos sabios que en el mundo han sido?

¿Y de algunos seres excepcionales
cuyo paso es ignorado por el resto de este mundo?

De ahí el misterio del fresno,
del que apenas sabemos nada.

Mucho menos de su leyenda,
como creador del primer hombre
y primera mujer.
Además de sus antepasados ligados al olmo.

Crece cerca de las riberas de los ríos,
y entre las montañas
leñosos testigos de su esplendor.

Y de qué los Vikingos los reconocían
como pilares de sus nueve mundos en el Valhalla.

A la sombra de este portentoso prodigio,
vengo y lo descubro en su sosegado ocaso
entre azarosas primaveras.

Fieles todas las fuerzas estelares
reverberan su magnificencia.

Longevo y fuerte,
resiste a décadas de torridez,
e implacables plagas.
Capaz de dejarse doblar
docilmente por las tempestades
sin quebrarse jamás.

Hallándome bajo las copas de su majestuosidad
llegan hasta mi legendarias hazañas
de las naves hechas de su noble madera:
combadas por su flexibilidad
y milagrosamente impermeables,
salvando tantas vidas de la muerte.

Y de talismanes esculpidos
con su ilustre madera
protegiendo en los mares a sus portadores.

Ni que decir del poder curativo de sus hojas,
contra increíbles males.

Porque sépase que el gran Fresno
es el único ejemplar
encargado de conservar
la vida y el equilibrio,
con la suficiente flexibilidad,
para que ninguna adversidad
de este mundo,
lo quiebre, mientras exista,
en tiempos de Dios.

Flor de un día

Hecho de materiales que aún doblegándoles
vuelven a su posición original,
así mi vida acabo volviendo a ser lo que era antes de tu partida.

Sanadora resultó mi naturaleza hacendosa
que me llevó de vuelta a ser quien era.

Puro escapismo fue entonces
para acallar los gemidos del alma
con el trajín cotidiano de las viejas rutinas.

Este pasaje transitorio de mi vida
se asemeja al de aquella única flor
nacida extraviada entre dunas desiertas
donde al poco de nacer,
morirá sin que nadie en el mundo
perciba su belleza.

Aunque breve y efímera su existencia
despliega toda su delicada belleza
en espléndidos pétalos y vive.

En su fugaz paso por esta vida,
minúsculos insectos beberán de su néctar
que luego en su vuelo esparcirán por doquier.

Una vez más la hermosa flor de un día
habrá hecho honor a su efímero destino,
una vez más habrá cumplido con su ciclo vital
antes de sumergirse en el sueño profundo de las arenas.