Palabras

para recordar

Roxane Bravo Rivera

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Torsos heridos

De una mente inmersa en su ocaso
– pensamientos umbrosos –
herrumbrosos hilos tejían su mirada.

Llegado el otoño y su mezquina luz,
menguando las horas de sol,
por sembrados senderos de hojas muertas
resucitando duelos,
reviviendo añosos pesares
con su esquivo alumbrar.

Del verde herido de sus bosques
tras tantos impiadosos inviernos
claman sus agrietadas raíces,
suplicantes al paso indiferente de las nubes
piadosas lluvias caer.

Y ocurre el milagro,
nubes henchidas de su bendito caudal,
se abren paso entre otras que solo
descargan su prodigioso fluir
sobre aquellos sedientos más desventurados.

Resucitando sus retorcidos torsos,
leñosos centenarios martirizados
por el inclemente tórrido verano
a punto de expirar.

Vuestro momento ha llegado,
encapotado el cielo
promesas de lluvias trae.

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Tiempo y tregua


Los ojos del mundo
en ella se fijaron,
cuando tiempo y tregua
su vejez retrasaron.

Afortunada era
de continuar la vida como si tal cosa,
mientras el tiempo doblaba la esquina
y se pasaba de largo.

Y más favores de las alturas,
su fresca memoria encapsulada
a buen recaudo entre ovillos de neuronas
se conservaba.

Casi seguro,
que obra de la Providencia era
esta silenciosa abnegación.

Supuso entonces que otra existencia era posible,
rehacería su vida sin saber muy bien cómo,
pero de vuelta estaba la ilusión,
de su aguerrido espíritu
que la impulsaba a seguir;
con más fuerza que antes
volvieron sus ansias pasadas
de comerse el mundo a cachitos

Se lanzaría a recorrer las estrellas
grandes, pequeñas y también las invisibles
y no pararía hasta caer hincada de bruces
ante la luz.

Tiempo ya no tenías

Dulcemente y sin prisas,
me mirabas.

Tiempo era lo que
ya no tenías,
pero amor,
todo el del mundo.
Mundo al que pronto
dejarías.

¡Oh, Dios!
solo preparas a tus elegidos,
no hay consuelo para los que se quedan.

Nada me haría comprender entonces,
que debería haberte amado más,
besarte más, abrazarte más…
cuando solo un suspiro te quedaba.

Cuando tu respiracion se apagó,
tu rostro se enfrió,
y tus manos inertes
reposaron tu pecho,
abrazando la muerte.

Todo un barullo era mi mente:
entre sollozos, gritos y llanto.
Todo encerrado dentro de mi.

Mientras vivía tu muerte,
todo dentro de mi,
cual cámara blindada
contra escapes y fugas
de los añicos del dolor.

Mi ser convertido en veleta,
me ducho, busco mi ropa,
no se qué me pongo.
Me peino, me miro,
y el espejo
me muestra a una mujer
que no conozco.

Y a partir de ahí:
todo cuanto hago
es propio de una máquina,
bajo, subo, camino,
voy y vengo y vuelve a venir,
sin saber qué hago,

Son días sin apetito, sin comer,
quiero dormir, dormir y dormir.
Da igual si es de día o de noche,
que más da!

Y se viene el momento
del golpe final:
llegan tus cenizas,
pulcramente guardadas en un cofre.

Llegara el dia,
cuando el tiempo que todo lo cura,
lograremos entender,
ese cofre,
conteniendo las cenizas
del ser amado.