Palabras

para recordar

Roxane Bravo Rivera

A | B | C | D | E | F | G | H | I | J | K | L | M | N | O | P | Q | R | S | T | U | V | W | X | Y | Z
Buscar

Doble cara

«No sabemos si todo rostro mezquino responde
a un temperamento sórdido,
pero queremos suponer que todo rostro generoso
es la consecuencia de una constitución espiritual
fuera de lo común», escribía Juan José Millás.

 Y que a partir de cierta edad cada uno es responsable de su rostro».

Partiendo de esta premisa,
según qué apariencia fuéramos teniendo con la edad,
sería más que evidente en qué nos estamos convirtiendo.

La idea de que nuestro rostro
va tomando el aspecto que nuestro espíritu
es capaz de darle,
impresiona a cualquiera que se mire al espejo
y se reconozca o no,
en la imagen que este vaya adoptando
aniversario tras aniversario.

Un gran amigo mío solía lamentarse
y nos decía a quienes admirábamos su poesía,
que él tenía la cara de un carnicero y el alma de un poeta.

Y puestos en su lugar,
comprendíamos su frustración.
En su caso,  ya no era cuestión
de mirarse o no al espejo,
le bastaba confirmar la admiración
que despertaba en quienes le leían,
sin llegar a conocerle.

Muy a su pesar,
cargaba con una imagen
que no hacía justicia a su sensibilidad y delicadeza.

 Quizás resulte muy fatalista
como concepto,
admitir que:
la sabia naturaleza nos ha dotado al nacer,
de la inteligencia, cuerpo y espíritu
 idóneos para cumplir con nuestro plan de vida,
sea este cual fuere.

Sobre esto último,
personalmente quisiera añadir
una curiosa percepción de mi misma.
Ya que siempre he creído
y también me lo han hecho creer,
que aparento ser una recia amazona de látigo,
preparada para comerse el mundo
y por tanto,
no necesita la ayuda de nadie en la vida.

Este tema nos deja la interesante interrogante,
de si existe o no,
al nacer una impronta implícita predestinada
en concordancia con nuestro aspecto físico.

No deja de parar los pelos
de solo pensar que puramente el aspecto físico
determinaría lo bueno o lo malo
que se podría esperar de nuestro paso por esta vida.

A muchos les gustará más
el término condiciona, en lugar de determina.


Cansancio infinito

Y así decía Rosalia de Castro:
«y cuando nos rinde el cansancio/
el cuerpo tiende al reposo
y el alma tiende a lo eterno.

Hermosamente decía nuestra extraordinaria,
Gabriela Mistral:
 «ha venido el cansancio infinito
a clavarse en mis ojos, al fin/
el cansancio del día que muere,
y el del alba que debe venir.
Ahora suelto la mártir sandalia
y las trenzas pidiendo dormir.
 y perdida en la noche levanto,
el clamor aprendido de ti:
Padre nuestro que estas en los cielos,
¿por qué te has olvidado de mi?»

¿Podemos describir nuestro cansancio infinito: 
cómo aquel que arrastra nuestros pies,
aquel que pesa sobre nuestros hombros,  
aquel que aplasta nuestro pecho,
aquel que vacía nuestra mente?

Solo una caricia, unos buenos deseos,
un sol luminoso, el regreso de un amigo, 
un sentido perdón, una llamada deseada,
unas bonitas palabras, alguien que
cariñosamente dice nuestro nombre
son magia suficiente para rescatarnos del fondo
donde estamos hundidos.

Gotitas de buena suerte

Olvidada tu prosa
duerme entre sábanas de papel
en cerrados cuadernos.

Impaciente la estrofa
apresada entre tus labios,
aleteando entre mariposas
deseosas de volar.

Suplicas bajo la lluvia,
por unas gotitas de buena suerte.

Alzas la mirada
dejando el gesto menguante
ante la promesa de ese cielo
que te ignora,
que hacia ti no quiere mirar.

Hiciste tu camino
siempre de prisa,
sin avanzar al vuelo de las mariposas
madrugando la vida,
veloces las horas,
trepidante los días
mientras los meses
y los años se fugaban.

No diste al fruto tiempo de madurar.
Si tan solo hubieses sabido esperar
un poco, solo un poco más.

Antes de partir eternamente
busca aquello que no has encontrado,
eso que siempre te ha faltado
dar pausa a la vida y
preguntar al silencio.

Más tarde,
cuando ya no te quede noche,
llegará la aurora
trayendo ese nuevo amanecer,
para quienes
buscaron y buscaron
ese algo que no se compraba con dinero.