Poco a poco se acerca ese poco a poco a mi vida, sutilmente desdibujado, ya se vislumbra en la antesala.
A partir de aqui, ya todo sabe a poco. Más breves las sobremesas, alargando los postres hasta la eternidad.
!Qué paradojas de la vida! cuánto más tiempo quisiéramos, este mengua más y más.
Se hace tan lejano el recuerdo de quiénes éramos, de aquellos sueños flotando sobre nuestra almohada, eufórico enamorado despertar, arrobados por ese amor que creíamos eterno.
Lento e imperceptible, cae el velo de la noche, y a través de su trasiego vemos pasar toda nuestra vida.
El adiós tiene un sabor que va agrietando los labios, dulce para quienes abrazan la fe y tan amargo para los más impios.
Asomada a la ventana entornaba la mirada paseando la vista por herrumbrosos tejados entre viejas casas; de precarias construcciones de gentes que ni conocía, que ni siquiera sabía, si todavía vivían en ellas, o habían muerto ya
Sentía que esa atonía que la aquejaba, le sobrevenía de fuera hacia adentro, como si sus días se hubiesen vaciado de contenido.
Desde hacía algunos días la inquietaba el sinsentido, se preguntaba si así sería hasta el final. Y su intensa e increíble historia de vida hasta ahí llegaría sin más.
Tal vez solo fuera, su ociosa percepción del tiempo. Hora a hora, minuto a minuto, segundo a segundo, igual que ayer y antes de ayer.
¿Se hallaría vaciada de ilusiones su vida? ¿O era efecto pasajero de su claustro fóbico encierro?
Pasaron semanas, meses sin ventilar ni respirar sus sueños. A lo mejor ella había ya muerto, y ni siquiera se había enterado.
Aunque conciencia tenía de estar matando las horas, perdiendo un tiempo precioso en esa agonía de sus tardes.
Solo sabe que de ella depende, superar ese abismo. Nadie puede rescatarla, ni siquiera ese amor que la rodea.
¿Pues qué hacer entonces? ¿Cómo devolver la ilusión del mañana? La chispa de una primera vez. O, llevar la mirada hacia donde nunca antes nadie miró.
Y qué tal, si la respuesta se hallará en ese pensamiento: «No pretendamos que las cosas cambien sin antes cambiar tu mismo»
Da pereza cambiar. ¿qué cambiar a estas alturas? Hasta para éso necesitas unas gotitas de ilusión.
Vuelve a su rincón de cada mañana allí donde su fiel amigo el teclado paciente espera al genio que lleva dentro y a sus dedos encantados haciendo clic con las alturas.
De momento reclama un minuto de silencio para despejar su mollera.
Sin embargo, se lo esta pensando, si llevar sus pensamientos al cielo y su cuerpo a la arena, o, quizás alcanzar la cumbre de aquella montaña para tocar más de cerca a la poesía.
Tal vez, eche a volar su imaginación tan alto, tan alto, llevando su prosa por equipaje y a cuestas su bagaje.
Esta nostálgica rapsoda suya se pregunta una y otra vez, si en su camino se topará algún día con la fama
!Pero qué locas pretensiones las suyas! ¿acaso no saben sus musas que su poesía es la de andar por casa?
Que su prosa es tan tan modesta que solo conmueve a las almas más errantes y solitarias.