Palabras

para recordar

Roxane Bravo Rivera

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Memorias de una viuda

Fue así como llegó la soledad a su vida,
cogiendo a su marido por sorpresa,
y disfrazada de una gripe sin importancia,
colándose en su cuarto una mañana de sol cualquiera,
y ya no volvió a salir. 

Se fue apoderando de su espacio,
de su tiempo, de sus horas;
adueñándose de su mirada,
y así, de forma imperceptible se fue quedando,
en todo su cuerpo y en su organismo.

A los pocos días,
su preciosa vida abandonó su pecho,
el aire se hizo espeso, denso
y casi irrespirable.

Son tantos los vacíos que su partida dejó,
tantos los espacios sin la luz que se llevó,
de rincones muertos sin la vida que le dio;
que desde entonces es su ausencia
que todo lo habita.  

¿Qué es aquello que nos vacía por dentro
cuando un ser querido desaparece
y nada de este mundo puede rescatarlo de su evanescencia?


Transida de dolor e incapaz de levantar la mirada, 
la sonrisa sepultada por semanas,
hasta un soleado día se tiñe de gris.

En sus últimos días se recuerda ahora,
de lo muy ocupada que estuvo
en los cuidados que día a día a él le procuraba,
que no supo advertir la luz que de su vida se retiraba.

Lo más evidente ahora, es el brillo de sus ojos
que lentamente le iba dejando,
mientras enmudecía su voz,
y prácticamente solo su espíritu
yacía en su lecho.

Todavía su lado frío vacío de la cama
estremece de escalofríos.

A pesar del tiempo pasado,
ella no puede evitarlo,
remembranzas sombrías recorren su mente.

Pesarosos pensamientos atenazan su corazón.


Y no para de preguntarse:
si hallarían pronto la luz sus párpados al cerrarse.

Mienten tus ojos

Infidelidad en tus ojos,
ellos no mienten.
Nunca me amaste,
ellos hablaban de verdad,
delataron tu desamor.

Tu boca negaba
lo que tus labios prometían.
Tu no me amabas,
tus ojos no mentían.

La soledad no soportabas,
huías del desengaño,
presa fácil y disponible,
pobre de mi, ahí yo estaba,
llenaría tu vacío
a cambio de nada.

Mientras daba y daba,
te amaba y te amaba,
mientras con tus migajas,
me conformaba.
Tus falsos abrazos,
tus falsos te quiero,
llegué a creerme.

Ahora se, tarde también,
que ni por un momento,
estuve en tus planes.

Nunca encajé,
en tu panorama social,
apenas fui un parche,
mientras a la normalidad volvías.

Esa normalidad tuya me excluía,
me dejaba fuera de tu vida.

Aunque bien pensado,
creo que nunca estuve realmente dentro, verdad?


Mis tardes

Aunque no la espero
ni la deseo,
la tarde acabará llegando.
A veces se camufla
entre una amena sobremesa,
invitando a una merecida siesta
o cualquier otra distracción,
que acabe evitando lo inevitable:
caer sentado en el sofá
buscando también inevitablemente,
algún podcast o nueva serie tentadora.

Da un poco igual el pretexto
para evitar la letanía de las tardes.
Se trata de encontrar algo que aleje
la mirada de las agujas del reloj;
no avanzan, se notan lerdas, torpes,
esquivando llegar a la noche,
marcando infinitamente las 3, las 4, las 5…
no quieren avanzar, quieren permanecer,
duran eternamente,
desean la inmortalidad.

Siempre crei que esto les sucedía
solo a los viejos, a las personas mayores.
Esas miradas vacías, fijas en la nada
esperando la hora del te o café
algo que rompa la pesadez de la tarde.

Ahora se, que no se necesita ser viejo
para sentir la falta de un propósito de vida,
bastaría cuidar de alguien que te necesite
para sentirte todavía útil para alguien.

He buscado varias maneras de sortear
las tediosas tardes:
desde leer, pintar acuarelas, seguir cursos de idiomas on line,
meditar, dedicarme a la contemplación de la naturaleza, etc.etc.

Finalmente, lo que mejor resultado
me ha dado hasta ahora,
son mis escapadas al cine.
Por fortuna mi cine más cercano tiene 18 salas y
aunque algunas las suelo repetir,
nunca me falta un plan de escapada al cine.

Durante la película, mi soledad no existe,
mi vida ya no es tal,

solo la historia en la pantalla es real.

Y cuando acaba, bien o mal,
triste o alegre,
ya es casi de noche cuando salgo
ya respiro aliviada,
otro día más,
he conseguido engañar a la tediosa tarde.