¿Quién no ha esperado algo lleno de ilusión alguna vez? ¿Quién no ha esperado un milagro? ¿Quién no ha soñado con estar entre los vencedores?
La vida es un continuo esperar, esperar y esperar.… Siempre esperar, con fe o sin ella, pero siempre con esperanza.
Y hablando de fe, José Antonio Marina hace una buena definicion de ella: «la fe es pasar de la seguridad de lo visible a la seguridad de lo invisible»
¿Acaso no os parece que lo visible y la certidumbre son primas hermanas?
Si se espera ya bordeando los sesenta, con mirada pasiva y resignada ante la vida, aún habiendo esperanza y fe, lo mismo es tirar el tiempo y la vida por la ventana.
De ahi viene la sabia idea de que si estas triste o deprimido, que te pille ocupado y trabajando.
Llegados a este punto, el tiempo libre, sin un duro ni para coger un tren, sin apenas tener para comer, entonces acaba la vida de pasarte por encima.
Recorrí tus calles arriba y abajo, empedrado milenario sobre faldas sacras tu regio monasterio.
Murmullo lontano de oraciones y ruegos de rodillas suplicantes entre tus muros duermen.
La brisa temprana viene de tus bosques brindando buenos días a los amantes del andar la vida.
Fueron buenos tiempos aquellos que por tus calles anduve.
Esos que mis ojos contemplaron ávidos de esperanza en el porvenir. Aquellos días cargados de ilusión en la vida que entonces, esperaba vivir.
Cada vez que silencio y retiro clamaba mi alma, hacia el dédalo encantado de la Casita del Príncipe mis pasos se encaminaron.
Fueron tus añosos cedros mudos testigos de mis pensamientos que reinaban en mis sueños de grandeza.
Mas hoy, solo restos del pasado encontraría, la obsolescencia de las cosas inertes cada piedra de esas calles cada recoveco de sus jardines que en su día pisé, lo que entonces me llenaba de regocijo hoy, provocaría mi llanto.