Palabras

para recordar

Roxane Bravo Rivera

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Ese olvido que seremos

Vamos pisando las hojas embarradas por esa tierra recién llovida,
cogidos de la mano  tras el féretro de nuestro fallecido.

Otros familiares también forman parte del cortejo. 
Solo el silencio estremecedor
y el crujir de las hojas nos acompaña.
 
De soslayo te veo llorar y tus ojos hinchados
delatan tu desconsolado llanto.

Jamás, ni aún sabiendo que algún día también partiremos,
estaremos realmente preparados para la muerte. 

Cuando finalmente llega el momento del adiós,
de perder esa preciosa vida que ha dejado de existir,
un tsunami de emociones
nos sume en el más profundo desamparo.

Con nuestras mentes aturdidas,
nuestros corazones entumecidos
y aún respirando dolor,
intentamos agarrarnos a la fe
de un edénico más allá para todos. 

Y así una vez más, surge la pregunta
hecha millones de veces y millones de veces sin responder,
¿qué hay detrás de esos ojos que se cierran?

A partir de ahí, nada lógico responde a esta pregunta.
Todo es incertidumbre.

Por más que nuestras mentes intenten imaginar
qué hay detrás de esos párpados que se cierran,
solo son intuiciones.

Luego será el tiempo y el paso de los días
los que adormecerán nuestro dolor,
llevándolo al recuerdo y al olvido. 

Se suman a los días de duelo,
no solo el dolor por la muerte del ser amado,
sino también, el sufrimiento que nos inflige
imaginar nuestra propia muerte. 

Inexorablemente, también nosotros,
mañana seremos ese mismo olvido.

El roble sin cabeza

Pobre de ese roble sin cabeza de su marido.

Desde hacía algún tiempo, no sabía exactamente cuando él se había hecho viejo.

Aún siendo uno de esos pocos privilegiados que aparentan menos edad de la que tienen, sus noventa octubres se le empezaban a notar, pero aún así conservando siempre su increíble salud de roble.

Paradojas de la vida, su mente siempre fue su fuerte. Así como su inconfundible trato amable y diplomático. Y muy admirado por su asombrosa cultura y bagaje intelectual.

Casi inverosimil resulta hoy recordar sus años de profesión más activos, moviéndose como pez en el agua entre anglosajones.

En cuanto a su mujer, un cuarto de siglo más joven que él, se enamoró de ese hombre de frente ancha y con la voz profunda de Yves Montand.

Lejos estaba su ilusa fantasía de mujer, de llegar a casarse con un gran hombre y de imaginar que su diferencia de edad, resultaría con el paso del tiempo casi incestuosa.

Más tarde, como fruto a la más dispar de las parejas, la vida les premiaría con una hija.

Despacio y casi sin percartarse, él iba olvidando quien era y quien había sido. Mientras ella iba convirtiéndose en su voz y memoria de cada una de sus historias de vida. Haciéndole revivir con sus palabras sus mejores momentos ya olvidados.

Desde hacía algún tiempo, mirarle a los ojo le producía una infinita tristeza. Intentaba comprender que habría dentro de esa nada que él tanto contemplaba.

Casi toda su vida ella creyó que lo peor de llegar a viejo sería llenarse de arrugas, de arrastrar los pies, aquejado de mil males, y ahora, todo eso le parecía irrelevante ante la espantosa idea de verse vaciado de memoria.

Es así como ella llega a la triste conclusión de que una vez que la mente nos abandona, borrando nuestros recuerdos, nuestras vivencias, todo lo que hemos sido en nuestra vida entera, es ahí donde se halla la verdadera tragedia de llegar a viejo, sano como un roble, pero sin cabeza.

Esperas…

¿Quién no ha esperado algo lleno de ilusión alguna vez?
¿Quién no ha esperado un milagro?
¿Quién no ha soñado con estar entre los vencedores?

La vida es un continuo esperar,
esperar y esperar.…
Siempre esperar, con fe o sin ella,
pero siempre con esperanza.

Y hablando de fe, José Antonio Marina hace una buena definicion de ella:
«la fe es pasar de la seguridad de lo visible a la seguridad de lo invisible»

¿Acaso no os parece que lo visible y la certidumbre son primas hermanas?

Si se espera ya bordeando los sesenta,
con mirada pasiva y resignada ante la vida,
aún habiendo esperanza y fe,
lo mismo es tirar el tiempo y la vida por la ventana.

De ahi viene la sabia idea de que si estas triste
o deprimido, que te pille ocupado y trabajando.

Llegados a este punto,
el tiempo libre, sin un duro ni para coger un tren,
sin apenas tener para comer,
entonces acaba la vida de pasarte por encima.