Cuando supo que Dios y poesía eran una misma cosa, fue lo mismo que hallar la inmortalidad en su camino y ya nunca más la muerte le preocuparía.
Liberaba toda esa energía que bullía por dentro, desde entonces no había dejado ni un solo día de escribir.
Una noche descansando del cansancio de un largo día de escritura, y sintiéndose cálidamente arropada entre suaves nubes de algodón, vino el dulce sueño a cerrar sus ojos hasta dormirla profundamente.
Sumida como estaba entre la finitud y lo eterno, su respiración se fue haciendo cada vez más pausada, cada vez más breve y cada vez más lenta.
Se hizo tan pausada, tan breve y tan lenta que ni siquiera se dio cuenta de que se moría.
Al disiparse la noche y llegar la mañana, ella no despertó, la luz de ese nuevo día, ella ya no vio.
Su rendido corazón, se hallaba ya latiendo en lo más alto del celeste universo, en el edén de los poetas, el último lar de las almas intérpretes de los dioses.
Nostalgias del ayer duermen en mi piel y me despierto amándote hasta en el recuerdo.
Cuánto lamento hay en todo lo que siento.
¿Por qué siempre queremos dar cuando ese otro ya no está? ¿Cómo volver a mirarme en esos ojos que me amaron? ¿Cómo volver a sentir el calor de esa mano que se fue? ¿Cómo volver a besar esos labios que ya no están?
Qué no daría yo por volver a abrazarte. Qué inmensa es la soledad del que evoca en su mente inundada del ayer.
Toda una vida detrás y el lecho eterno de la noche esperando al otro lado de los años.
Para quienes ya llevamos la vida detrás se sosiegan los días y se duermen las horas. Fondeadas allá lejos resuenan nuestras viejas melodías, evocando esa felicidad con sabor a pasado.
¿Adónde se han ido todos los que amamos? ¿Dónde está todo lo que hemos vivido? ¿Dónde esta todo lo que hemos tenido?
¿Y acaso alguna vez algo de todo éso nos perteneció? ¿O toda nuestra vida entera ha sido una pura ilusión?
En religioso silencio va mi alma bien fondeada en mi nadir subiendo la cuesta de los sesenta tacos.
Si me ves, si me miras hazlo con amor por favor. Mi mirada ya no soporta el desdén, la indiferencia. Es doloroso.
Invisibles mis pasos al mundo se han hecho para los demás, ya somos muchos supongo.
Cuando casi no importa si voy o vengo, si me fui o llegué, o nunca volví, solo tu me aguardas.
He seguido el consejo más común del mundo: conócete a ti mismo sabrás quién eres y tu propósito de vida.
Aún era temprano cuando apartaste del cielo la mirada y los llamados de tu alma que tu soberbia juventud, desoyó.
Mas el tiempo remueve rescoldos que resurgen de las cenizas. Viejas heridas nunca cerradas.
Ahora que ya no eres aquella atrevidvirltó ser una niña.
Ahora que tantos de tus amados faltan y sientes el vacío bajo tus pies, es hora de recapacitar: atraer la magia del universo y confesarte a ti misma, qué has hecho con la vida que te ha tocado vivir.