Mis tardes

Aunque no la espero
ni la deseo,
la tarde acabará llegando.
A veces se camufla
entre una amena sobremesa,
invitando a una merecida siesta
o cualquier otra distracción,
que acabe evitando lo inevitable:
caer sentado en el sofá
buscando también inevitablemente,
algún podcast o nueva serie tentadora.

Da un poco igual el pretexto
para evitar la letanía de las tardes.
Se trata de encontrar algo que aleje
la mirada de las agujas del reloj;
no avanzan, se notan lerdas, torpes,
esquivando llegar a la noche,
marcando infinitamente las 3, las 4, las 5…
no quieren avanzar, quieren permanecer,
duran eternamente,
desean la inmortalidad.

Siempre crei que esto les sucedía
solo a los viejos, a las personas mayores.
Esas miradas vacías, fijas en la nada
esperando la hora del te o café
algo que rompa la pesadez de la tarde.

Ahora se, que no se necesita ser viejo
para sentir la falta de un propósito de vida,
bastaría cuidar de alguien que te necesite
para sentirte todavía útil para alguien.

He buscado varias maneras de sortear
las tediosas tardes:
desde leer, pintar acuarelas, seguir cursos de idiomas on line,
meditar, dedicarme a la contemplación de la naturaleza, etc.etc.

Finalmente, lo que mejor resultado
me ha dado hasta ahora,
son mis escapadas al cine.
Por fortuna mi cine más cercano tiene 18 salas y
aunque algunas las suelo repetir,
nunca me falta un plan de escapada al cine.

Durante la película, mi soledad no existe,
mi vida ya no es tal,

solo la historia en la pantalla es real.

Y cuando acaba, bien o mal,
triste o alegre,
ya es casi de noche cuando salgo
ya respiro aliviada,
otro día más,
he conseguido engañar a la tediosa tarde.




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