Hablando conmigo

Estaba la otra noche de pie ante la ventana,
aguardando la llegada
de ese algo que ni siquiera sabía qué era,
hablando con ella misma, con la joven que fue,
trás la mujer que es ahora,
buscando regocijo en aquellos
días en que la vida la seducía.
Y como una niña pensaba
que cerrando fuertemente sus ojos,
sus sueños se cumplírían.
Pero cuando los años vividos empezaron a sumar
muchos más de los que quedaban por vivir,
es cuando las luces de la fiesta se empezaron a apagar.
Inevitablemente todo tipo de
pensamientos sombríos nos
asaltan y de golpe se asume
que somos mortales.
Una noche cualquiera, esta verdad
va incubando en nuestra alma
y ya nunca más nos abandonará.
Este pensamiento siempre llega
para recordarnos que ya hemos pasado
el ecuador de nuestra existencia.
Sea como sea, tanto para unos como para otros,
esta verdad es difícil de encajar con humildad
y más difícil de asumir,
aunque bien nos haya tratado la vida.
Anoche soñé que soñaba,
que era joven otra vez,
reía, reía y reía, de tan feliz que me sentía.
Fue uno de esos sueños
de los que jamás quisieras despertar.
Y porque a veces sueño que mi final esta ahí,
que estoy frente a Dios y le entrego mi valioso y
precioso viejo traje, un pellejo ya arrugado, desgastado por la vida
e inservible ya para nadie más.
Y mostrarle mi gratitud eterna por dejarme portar tan bonito traje
a lo largo de toda esta vida.
Y también decirle que espero haber realizado todos
los pasos que en esta vida Él creo para mi.