Fresno divino

¿Habéis oído hablar de la escondida senda
de los pocos sabios que en el mundo han sido?

¿Y de algunos seres excepcionales
cuyo paso es ignorado por el resto de este mundo?

De ahí el misterio del fresno,
del que apenas sabemos nada.

Mucho menos de su leyenda,
como creador del primer hombre
y primera mujer.
Además de sus antepasados ligados al olmo.

Crece cerca de las riberas de los ríos,
y entre las montañas
leñosos testigos de su esplendor.

Y de qué los Vikingos los reconocían
como pilares de sus nueve mundos en el Valhalla.

A la sombra de este portentoso prodigio,
vengo y lo descubro en su sosegado ocaso
entre azarosas primaveras.

Fieles todas las fuerzas estelares
reverberan su magnificencia.

Longevo y fuerte,
resiste a décadas de torridez,
e implacables plagas.
Capaz de dejarse doblar
docilmente por las tempestades
sin quebrarse jamás.

Hallándome bajo las copas de su majestuosidad
llegan hasta mi legendarias hazañas
de las naves hechas de su noble madera:
combadas por su flexibilidad
y milagrosamente impermeables,
salvando tantas vidas de la muerte.

Y de talismanes esculpidos
con su ilustre madera
protegiendo en los mares a sus portadores.

Ni que decir del poder curativo de sus hojas,
contra increíbles males.

Porque sépase que el gran Fresno
es el único ejemplar
encargado de conservar
la vida y el equilibrio,
con la suficiente flexibilidad,
para que ninguna adversidad
de este mundo,
lo quiebre, mientras exista,
en tiempos de Dios.

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