Tiempo y tregua


Los ojos del mundo
en ella se fijaron,
cuando tiempo y tregua
su vejez retrasaron.

Afortunada era
de continuar la vida como si tal cosa,
mientras el tiempo doblaba la esquina
y se pasaba de largo.

Y más favores de las alturas,
su fresca memoria encapsulada
a buen recaudo entre ovillos de neuronas
se conservaba.

Casi seguro,
que obra de la Providencia era
esta silenciosa abnegación.

Supuso entonces que otra existencia era posible,
rehacería su vida sin saber muy bien cómo,
pero de vuelta estaba la ilusión,
de su aguerrido espíritu
que la impulsaba a seguir;
con más fuerza que antes
volvieron sus ansias pasadas
de comerse el mundo a cachitos

Se lanzaría a recorrer las estrellas
grandes, pequeñas y también las invisibles
y no pararía hasta caer hincada de bruces
ante la luz.

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