Amor a destiempo

Por aquellos días de José María,
la vida les ofrendaba tiempo para soñar
y tantas alegrías por vivir.

Eran dos almas
nacidas a destiempo,
otoñal su octubre
y primaveral el suyo,
separados por cinco lustros
y aún sabiendo,
que juntos no encontrarían ese final,
unieron sus almas a un mismo destino.

La enamoró su andar por la campiña,
entre vainas y piñones
bajo cedros y algarrobas
recogiendo orégano y tomillo,
respirando campos de lavanda,
amenizado por sus sabias palabras.

Caminando junto a él,
dio nombre a cada pájaro y a su canto,
y no conoció la tristeza de una mañana.

Cuánta armonía reinaba en él
entre la vida de los montes
y la sabiduría de sus libros.

Mas apenas ayer,
vino su final a encontrarle
y de su lado alejarle.

Ya su alma se cuenta entre los hados
en ese eterno más allá para todos.

Se fue sin conocer la alegoría
de la Encina y el Tilo,
que les hubiera unido para siempre
entre cedros y algarrobas,
campos de lavanda,
paraíso para los amantes como ellos
nacidos a destiempo.

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